Primavera de 2014. Adentrándonos en una de las experiencias
más interesantes que desde nuestros desarrollos académicos hallamos pre
vivenciado, un grupo de colegas reunidos en la Asociación Médica Argentina
(AMA), iniciábamos un proceso de conocimiento que cambiaría nuestros rumbos
personales y profesionales. Omitiremos los apellidos de los contemporáneos, en el relato que a continuación se detalla, ello en virtud de resguardar identidades, debido a infinidad de repercusiones que el adentrarnos en el tema planteado nos ha acarreado.
Con base en un antiguo salón de la prestigiosa sede -por la
que tantos referentes del saber han transitado y aún transitan-, en compañía de
la querida profesora y médica psiquiatra, Dra. Angela, colegas
procedentes de diferentes disciplinas nos encontrábamos con un común objetivo:
conocer sobre Hipnosis.
Entre otros profesionales, cinco que habríamos de trabar
amistad e iniciar luego trabajo conjunto, coincidíamos en espacio-tiempo, luego de diversos y
disímiles recorridos, en pos de un interés compartido, por todos largamente
postergado. Alberto (Beto para los amigos), psicólogo graduado en la
Universidad Nacional de Bs.As, Argentina; Graciela, psicóloga también,
procedente de la misma casa de estudios; Yésica, instrumentadora quirúrgica
abocada a la ablación de órganos para trasplantes; Tomás, médico cirujano, jefe
de hospitales de batalla del conurbano bonaerense y quien escribe, Paula,
psicóloga dedicada a la neuropsicología.
Conocida académica y vulgarmente por los desarrollos freudianos entre otros, la Hipnosis (resultando importante antes de avanzar, no dejar de mencionar que Freud fue unos de los responsables de la magistral tarea de minimización, ridiculización y exclusión de dicha práctica de los ámbitos disciplinarios prácticos e investigativos) es una técnica de inestimable data histórica, que permite el acceso a un estado mental desconocido para la mayoría de los individuos; dicho estado, constituye una disposición natural, con la que algunas personas suelen tomar contacto por vía del consumo de psicoestimulantes o mediante experiencias fomentadas por sus "prácticas religiosas", lo que conduce en este último caso, a la vivencia subjetiva de encuentro con los diversos nombres de la mágica divinidad o idea de dios (como se prefiera nominar el concepto). El hecho científico incuestionable, es que mediante la utilización de metodologías diversas, cualquier ser vivo en posesión de sistema nervioso central, puede ser guiado o puede auto guiarse -en el caso humano-, a los efectos contundentes de la inhibición de la región de mayor superioridad evolutiva de dicho sistema, a saber: la corteza cerebral. Cuando dicha inhibición se produce, se ha ingresado en el dominio más misterioso e inexplorado de todos los campos del saber humano, un sitio desconocido por el propietario y por ajenos -a excepción de algunos-. Con el consentimiento del individuo , aunque también sin él (acción éticamente no admisible), se descubre y viola una clave de accesibilidad, o password central. La referida inhibición, puede equiparase, a la reducción y toma de posesión de un sistema defensivo intra subjetivo, la que una vez perpetrada, posibilita el acceso a la totalidad de los archivos instalados en el ordenador mental. Acción que conlleva consecuencias...
Iniciados ya en prácticas diversas de la técnica
convocante, tanto individuales como grupales, los "aprendices de
brujo" escuchábamos con atención. Mientras la entrañable Angela hablaba al
auditorio pausada y tranquilamente, discurrían en mi mente unos tantos y
usuales devaneos: su fuerza de convicción, su indudable vocación formativa, su
pasado en los corredores hospitalarios de un enigmático Borda o de un no menos
extraño y malogrado Tobar García, el magnetismo esclarecedor de su mirada,
entre otros. Hallándome en ese placentero ensimismamiento, observo dos
fenómenos consecutivos de rara y preocupante naturaleza, que habríamos de constatar luego en vivencia simultánea con unos de mis queridos amigos y colega.
El primero de ellos, atañe a la siguiente visualización.
Hacia el margen derecho del aula, observo a un hombre de impecable traje
trepado a una escalera en búsqueda de un libro detrás de una inmensa vitrina.
Inmediatamente pienso: “será algún organizador del evento en el auditorio
principal -se estaba desarrollando una actividad en el salón del entrepiso- que
olvidó algún material de exposición y vino a buscarlo, eso explica su
indumentaria formal adecuada para la ocasión y su impertinencia al perturbar
nuestra clase”, pero de manera automática concluyo que ninguna de estas cosas
es posible, porque nadie ha entrado y más aún, porque no hay ni escalera ni
biblioteca algunas.
El otro de ellos, en sucesión de segundos del primero,
consiste en la presentación visual de un “efecto aúrico” circundante a la
profesora, ubicado prioritariamente en la zona de su cabeza y hombros. Dicho
efecto, de características lumínicas potentemente transparentes, capturó
naturalmente mi atención, lo que no pasó desapercibido para la exponente, quien
me refiriera que otra persona había reparado ya en aquéllo con anterioridad,
tratándose del reconocido Dr. Gianantonio, el que Angela recordó, que le
efectuara comentarios relativos en su época de estudiante, al respecto del
referenciado campo (por algunos nominados como aura) y las
peculiaridades de la presentación del mismo en su persona.
Ambos sucesos no dejan de resultar preocupantes para
cualquier mortal, más aún para quienes nos dedicamos al campo de la salud
mental. La psiquiatría y los manuales de los trastornos de la mente,
especifican categorías nosológicas con relativa claridad y las alteraciones en
la percepción, como así también las relativas a la interpretación, resultan
harto conocidas hasta para el vulgo; este es uno de los motivos principales por
los cuales una gran cantidad de pacientes, rehúsan comunicar cualquier evento
que a los oídos del profesional o eventual interlocutor, resultase anormal en
todo o en parte. Lo cierto es que al debatir la experiencia en el infaltable
espacio del café de la esquina, algunos auto conocimientos comenzaron a
expandirse y muchos prejuicios a derrumbarse. Tal es así, que tanto nuestra
“guía” académica como también los colegas, optaron por la referencia de diversidad
de experiencias “anómalas”, siendo las más inobjetables, algunas que
vivenciaríamos luego de manera conjunta.
Al respecto de los sucesos iniciales, fue sorprendente
conocer que mi querido colega registró en simultaneidad los mismos fenómenos que les supra refiriera, y llamativo es conocer, que al aula en la que ocurrió el fenómeno que nominamos visualización,
correspondía a la otrora e inicial biblioteca
de la AMA, acorde nos fuera racontado y que la observación de personajes
externos a la escena -por llamarlos de algún modo- era un hecho usual al menos
en ese sitio. En igual sentido, la constatación visual del campo energético
humano, nos fue referida detalladamente por nuestra maestra inicática, en lo
relativo a su diversidad de presentaciones como así también, a la valoración
diagnóstica del mismo (aspectos estudiados y detallados por variedad de
investigadores, particularmente por los entonces soviéticos, destacados
estudiosos de los llamados fenómenos paranormales y otra yerbas).
Lejos de abonar todo esto a cualquier teoría sobre
fantasmas, apariciones y otros tipos de
falsaciones religiosas o pseudocientíficas del contexto de realidad, los
eventos, circunstancias y postulados teóricos que aquí nos convocan, tienen
como único punto de partida y llegada, el cabal conocimiento de la realidad
efectiva del sistema mental humano, conceptuada la mente, como
efecto de un órgano biológico en proceso aún de conocimiento, a saber, nuestro
cerebro.
Hartos de repetir en teoría y práctica, lo que los padres
del campo psi postularon allá por el mil novecientos y -desde luego sin sus
genialidades- muchos y tantos otros, replican en universidades, conferencias y
magras publicaciones con añadiduras decorativas y dogmática fidelidad
incuestionable, decidimos rescatar los saberes más enigmáticos de aquellas
fuentes y darles nuevo curso a la luz de sorprendentes hallazgos, tanto
experienciales objetivados como técnico investigativos.
Movidos por el deseo y la necesidad del conocimiento, lo
que hemos estado encontrando -y advertimos al ocasional lector al respecto- no
ha sido sacado de ningún campo ficcional.
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